Barbara, 39 años
Mi primera variz apareció en la pantorrilla durante mi primer embarazo en 2003. Cada verano se hacía más grande, debido al calor. Fui al médico por primera vez hace 4 años, porque empezaba a sentir una pesadez en la pierna: ya no era sólo un problema estético.
Debido a mi fobia al quirófano, que puede provocarme verdaderos ataques de ansiedad, se pospuso una operación. Hace poco, mi médico me habló de la terapia de ultrasonidos. Me motivó la idea de evitar el quirófano, así como el aspecto no invasivo del tratamiento y la ausencia de días de baja laboral.
Durante las dos horas y media que duró el tratamiento pude consultar mi smartphone y charlar con las personas que me rodeaban. Gracias a la anestesia local, sólo pude sentir una difusión de calor en la pierna tratada (sin ella, era más bien un fuerte pellizco). Permaneció sensible durante 2-3 días y mis músculos estaban un poco doloridos. Pero esa misma noche pude ir a bailar con mis amigos, ¡sin vendas! Y pude retomar mis sesiones deportivas al tercer día después del tratamiento.
Así que recomiendo la terapia de ultrasonidos a todos los pacientes que quieran evitar el quirófano como yo.